Jung llamó “la función trascendente de la psique”, por la cual el hombre puede conseguir su más elevada finalidad: la plena realización del potencial de su “sí- mismo” individual. Así, lo que llamamos “símbolos de trascendencia” son los símbolos que representan la lucha del hombre por alcanzar esa finalidad. Proporcionan los medios por los cuales los contenidos del inconsciente pueden entrar en la mente consciente y también son una expresión activa de sus contenidos.

Esos símbolos son múltiples en su forma; los encontraremos y podemos ver su importancia en la historia o los sueños de los hombres y mujeres contemporáneos que atraviesan una etapa crítica de su vida.

Uno de los símbolos oníricos más comunes para este tipo de liberación por medio de la trascendencia es el tema del viaje solitario o peregrinación, que en cierto modo parece una peregrinación espiritual en la que el iniciado entra en conocimiento con la naturaleza de la muerte. Pero ésta no es la muerte como juicio final u otra prueba iniciatoria de fuerza; es un viaje de liberación, renunciación de expiación, presidido y mantenido por cierto espíritu de compasión. Este espíritu se suele representar con una maestra más que por un maestro de iniciación, una figura femenina suprema (es decir, ánima).

M.- L. Von Franz[i] (1984) introduce el concepto del proceso de individuación que creó Jung. Lo definió como una especie de regulación oculta o tendencia directa que crea un proceso lento, imperceptible, de desarrollo psíquico. Paulatinamente la persona va eligiendo una personalidad más amplia y más madura, y poco a poco se hace efectiva y está visible para los demás. La realización de la unicidad del hombre individual es la meta del proceso de individuación.

Este proceso se produce en el hombre (así como todo ser viviente), por sí mismo en el inconsciente. Es un proceso por el cual el hombre vive su innata naturaleza humana. Estrictamente hablando, el proceso de individuación es real sólo si el individuo se da cuenta de él y lleva a cabo conscientemente una conexión viva con él.

Por otro lado, para Saturnino de la Torre [ii] (1987) Jung fue el autor de una de las teorías psicológicas de la creatividad.

Un aspecto al que Jung prestó mucha importancia fue la necesidad que el ser humano tiene de crear. Jung clasificó la Creatividad dentro de las cinco fuerzas instintivas más importantes que existen en el ser humano. Su manifestación, según él, requiere de valor, voluntad y perseverancia; también capacidad de tolerar la duda, el sufrimiento y cualquier angustia que lleve a tomar la decisión de renunciar a aquello antiguo y a arriesgarse a poner en su lugar algo totalmente nuevo.

Jung[iii] (1984) estudió la relación del hombre con su propio inconsciente. Según él, el inconsciente es el gran guía, amigo y consejero de lo consciente. Conocemos el inconsciente y nos comunicamos con él (un servicio de doble camino) principalmente por medio de los sueños y de los símbolos de cada ser humano.

Jung creía que para entender el inconsciente debía de llevarse su teorización a un terreno que trascendiera las funciones de un organismo (en este caso, el cuerpo humano). Por eso, desde la teoría de Carl Jung[iv] se entiende «lo inconsciente» que habita en nosotros como una composición de aspectos individuales y colectivos. Esta parte secreta de nuestra mente tiene, por así decirlo, un componente heredado culturalmente, una matriz mental que da forma a nuestra manera de percibir e interpretar las experiencias que nos ocurren como individuos.

Los arquetipos son la forma que le es dada a algunas experiencias y recuerdos de nuestros primeros antepasados, según Jung. Esto implica que no nos desarrollamos de manera aislada al resto de la sociedad, sino que el contexto cultural nos influye en lo más íntimo, transmitiéndonos esquemas de pensamiento y de experimentación de la realidad que son heredados.

Los símbolos y mitos que parecen estar en todas las culturas conocidas son para Carl Gustav Jung una señal de que todas las sociedades humanas piensan y actúan a partir de una base cognitiva y emocional que no depende las experiencias propias de cada persona ni de sus diferencias individuales que le vienen de nacimiento. De este modo, la propia existencia de los arquetipos sería una evidencia de que existe un inconsciente colectivo que actúa sobre los individuos a la vez que lo hace la parte del inconsciente que es personal.

Los arquetipos de Jung son, de alguna forma, patrones de imágenes y símbolos recurrentes que aparecen bajo diferentes formas en todas las culturas y que tienen una vertiente que se hereda de generación en generación. Un arquetipo es una pieza que da forma a una parte de este inconsciente colectivo que es parcialmente heredado.

Por definición, dice Jung, estas imágenes son universales y pueden ser reconocidas tanto en manifestaciones culturales de distintas sociedades como en el habla, el comportamiento de las personas y, por supuesto, en sus sueños. Esto significa que pueden localizarse y aislarse en todo tipo de productos del ser humano, ya que la cultura afecta a todo lo que hacemos incluso sin darnos cuenta.

Sí, hay ciertas formas de clasificar los distintos arquetipos. Por ejemplo, existen eventos arquetípicos como el nacimiento o la muerte, temas arquetípicos como la creación o la venganza, y figuras arquetípicas, como el viejo sabio, la virgen, etc. Otros arquetipos son el ánimus y ánima, la madre, el padre, la sombra, el héroe, el sabio, etc.

 

  1. Persona

La Persona es uno de los arquetipos clave junto con la Sombra, el Ánima y el Ánimus en el contexto de la obra y en particular de la terapia de Jung. La definición aportada por este autor destaca la relación de la Persona con los roles que desempeñamos -así, por ejemplo, cada profesión estaría asociada a un patrón de comportamiento distinto.

Por “Persona” (que en griego clásico significa “máscara”) entendemos el modo en que nos presentamos públicamente ante los demás y con frecuencia también, de forma errónea, como creemos que somos realmente. Además cumple el rol de ocultar a la consciencia los aspectos indeseables de la propia personalidad y del resto de la experiencia psíquica.

Uno de los arquetipos centrales en la obra de Carl G. Jung es el del Personaje.

En el teatro en Grecia los actores de las comedias y las tragedias llevaban una máscara. Esta máscara ocultaba la verdadera personalidad del actor y venía a representar el rol que debían ejecutar según el guión de la obra en cuestión. Siguiendo esta idea es que Jung nombre a este arquetipo Persona o Personaje, es decir la Máscara en su etimología latina.

Este arquetipo engloba los distintos roles que los seres humanos encarnamos. Por ejemplo: rol de Padre, Madre, Maestro, Discípulo, Líder, Médico, etc. Contraria a la opinión moderna en las psicologías materialistas, los roles no se estructuran a partir de lo social, sino que surgen en la historia, como los otros arquetipos, cuando son necesarios para los grupos sociales y los individuos que los conforman.

 

  1. Sombra

La Sombra está conformada por los pensamientos reprimidos, los instintos (sexuales, agresivos y de otros tipos), los deseos y las debilidades personales, entre otros aspectos. En este sentido podemos equiparar el concepto con el inconsciente individual descrito en la obra de Freud.

La Sombra es la parte de nuestro Yo que nos resulta inaceptable y que sólo descubrimos a través de las características negativas que proyectamos en los demás. La aceptación de la Sombra plantea un reto importante, pero, según Jung, es absolutamente imprescindible para el autoconocimiento.

  1. Ánima y Ánimus

M.-L. Von Franz[v] (1984) introduce los conceptos de ánima y animus que acuñó Jung. El ánima es la mujer interior, es una personificación de todas las tendencias psicológicas femeninas en la psique de un hombre, tales como vagos sentimientos y estados de humor, sospechas proféticas, captación de lo irracional, capacidad para el amor personal, sensibilidad para la naturaleza y-por último, pero no el último lugar-, su relación con el inconsciente.

El ánimus, por otro lado, es el hombre interior, la personificación masculina del inconsciente de la mujer. Muestra aspectos buenos y aspectos malos, como le ocurre al ánima en el hombre. El ánimus está básicamente influido por el padre de la mujer.

De forma muy sintética, el Ánima y el Ánimus representan el arquetipo femenino y el masculino respectivamente; en concreto, Jung planteó que el Ánima es la imagen de la feminidad en la psique masculina, mientras que el Ánimus sería la de la masculinidad en la femenina.

Jung destacó de forma llamativa el papel compensatorio del Ánimus en la mente femenina, atribuyéndole un rol racional y creativo. Cabe situar este planteamiento, así como la propia idea del Ánima y del Ánimus, en el contexto flagrantemente machista de la época en que vivió.

  1. El padre

El arquetipo del padre representa la autoridad, la protección, la ley y la disciplina, entre otros aspectos. Se asocia con el orden, la dominancia y la productividad y con frecuencia se manifiesta en la figura del Rey en los cuentos populares y otras obras de ficción.

  1. La madre

La madre es el arquetipo del amor incondicional, el cuidado (físico y emocional) o la compasión. En las narraciones aparece muchas veces como hada madrina y se le atribuyen rasgos divinos; por contra, la versión oscura del arquetipo de la madre podría ser la figura de la madrastra.

 

 

  1. El niño

El arquetipo del niño tiene múltiples manifestaciones, como el niño eterno o “puer aeternus” (por ejemplo Peter Pan), el huérfano (Oliver Twist) o el niño herido, asociado a los traumas infantiles; dos ejemplos son Frodo y Regan, la protagonista de El exorcista.

  1. El viejo sabio

El Sabio es la imagen del conocimiento, de la verdad y de la moralidad. La figura del anciano sabio de sexo masculino que actúa como guía es muy habitual en las obras de ficción de todas las épocas; Gandalf de El Señor de los Anillos es un buen ejemplo de este arquetipo.

  1. El héroe

El héroe, también llamado “guerrero”, representa la valentía, la fuerza y el talento pero también la arrogancia, la agresividad o la competitividad. Luke Skywalker, Simba, la Princesa Merida de Brave o Jon Nieve son algunos ejemplos del arquetipo del héroe.

Por otra parte, las figuras de héroes semejantes a dioses son, de hecho, representantes simbólicas de la totalidad de la psique, la mayor identidad y más abarcadora que proporciona la fuerza de que carece el ego personal. Su cometido específico indica que la función esencial del mito del héroe es desarrollar la conciencia del ego individual- que se dé cuenta de su propia fuerza y debilidad-, de una forma que pertrechará para las arduas tareas con las que se enfrentará en la vida. Cuando ya el individuo haya superado la prueba inicial y pueda entrar en la fase madura de la vida, el mito del héroe perderá su importancia. La muerte simbólica del héroe se convierte, por así decir, en el lanzamiento de la madurez.

En el desarrollo de la conciencia individual, la figura del héroe representa los medios simbólicos con los que el ego surgiente sobrepasa la inercia de la mente inconsciente y libera al hombre maduro de un deseo regresivo de volver al bienaventurado estado de infancia, en un mundo dominado por su madre.

La batalla entre el héroe y el dragón es la forma más activa de este mito y muestra más claramente el arquetipo del triunfo del ego sobre las tendencias regresivas. Para la mayoría de la gente, el lado oscuro o negativo de la personalidad permanece inconsciente. Por el contrario, el héroe tiene que percibir que existe la sombra y que puede extraer fuerza de ella. Tiene que llegar a un acuerdo con sus fuerzas destructivas y quiere convertirse en suficientemente terrible para vencer al dragón. Es decir, antes que luego pueda triunfar, tiene que dominar de asimilar a su sombra.

 

 

  1. La doncella

El arquetipo de la doncella está asociado con la inocencia, la pureza y la castidad atribuidas tradicionalmente a las mujeres, especialmente a las más jóvenes, en muchas culturas.

  1. El embaucador o el Trickster

El embaucador se manifiesta en facetas como el bufón, el mago o el loco. Representa la inteligencia o el conocimiento secretos, que emplea para engañar a otros y para poner en jaque las normas establecidas.

Un Trickster es una personificación de tipo divino o sobrenatural, la mayoría de las veces en forma humana y masculina (aunque también hay tricksters femeninos y animales) que se dedica a embaucar, desobedecer las reglas y las normas que componen al mundo ya sea por diversión o por beneficio propio. En ocasiones se le presenta como alguien avispado, con bastante suerte, que es capaz de darle la vuelta a las cosas y del que nunca sabes si está de parte del bien o del mal. No puede decirse que los trickster sean malvados de por sí, por ejemplo, los duendes tales como los pixies o los leprechauns irlandeses son un buen ejemplo en la mitología popular, simplemente viven al margen de las reglas de los demás y suelen buscar el beneficio propio, suelen tener un carácter algo cínico e irónico.

  1. La creación

Los mitos de la creación o cosmogónicos son fundamentales en los mitos de prácticamente todas las religiones que han existido. Consisten en metáforas que pueden o no ser interpretadas de forma literal y que explican los orígenes de la Tierra y de la vida a partir de símbolos como la deidad creadora, las aguas primordiales o el huevo cósmico.

  1. El apocalipsis

El arquetipo del apocalipsis (esto es, el fin del mundo) está muy presente en la mente de la mayoría de personas y es empleado con gran frecuencia como elemento narrativo en obras de ficción de todo tipo.

Es importante destacar que el apocalipsis, a pesar de estar asociado a la muerte y tener un carácter fundamentalmente negativo, no siempre es visto de este modo; por ejemplo, muchas religiones enseñan a sus fieles a esperar recompensas tras la muerte, como el clásico Paraíso.

  1. El diluvio o la inundación

El arquetipo del diluvio está íntimamente asociado al del apocalipsis; no obstante, en este caso el componente purificador y renovador del acontecimiento tiene un peso mayor. Además del relato cristiano del arca de Noé, podemos encontrar ejemplos similares en mitos griegos, nórdicos, americanos, de Mesopotamia o del hinduismo.

  1. Forajido

El arquetipo del Forajido representa la rebeldía contra lo establecido y, por tanto, en el contexto del branding, también la innovación y la eliminación de todo lo que no funciona o se encuentra obsoleto.

La marca Apple (muy centrada en la figura de Steve Jobs) se popularizó siguiendo una estrategia que podría identificarse con este personaje arquetípico y generó un culto muy particular de esta clase de branding.

  1. Creador

El arquetipo del Creador se asocia a marcas que quieren mostrar su énfasis en la creatividad y en la perfección del producto. Este enfoque es común en anuncios de relojes, por ejemplo.

  1. Cuidador

  1. Amante

El arquetipo del Amante es un buen símbolo para marcas que quieren ser asociadas con el placer -por ejemplo, es bastante habitual ver anuncios de chocolate o de helados que resaltan la sensualidad de comerlos.

  1. Explorador

El Explorador representa la libertad. Un buen ejemplo son los típicos anuncios de marcas de vehículos en paisajes abiertos, que invitan a ser explorados en soledad.

  1. Bufón

Según Joseph L. Henderson[vi] (1984) el doctor Jung denominó “el inconsciente colectivo”, esa parte de la psique que conserva y transmite la común herencia psicológica de la humanidad. Esos símbolos son tan antiguos y desconocidos para el hombre moderno que no puede entenderlos asimilarlos directamente.

 

 

[i] Jung, C.G. (1984). El hombre y sus símbolos. Ediciones Caralt. Barcelona.

 

[iii] Jung, C.G. (1984). El hombre y sus símbolos. Ediciones Caralt. Barcelona.

[iv] https://psicologiaymente.com/psicologia/arquetipos-carl-gustav-jung

[v] Jung, C.G. (1984). El hombre y sus símbolos. Ediciones Caralt. Barcelona.

[vi] Jung, C.G. (1984). El hombre y sus símbolos. Ediciones Caralt. Barcelona.